19 de febrero de 2007

La pura verdad


Los ciudadanos equis, los honrados tenderos
los amigos del alma, la portera, el banquero
no pueden perdonarnos el loco sentimiento:
tu belleza, mi risa, nuestro pronunciamiento.
No lo entienden. Nos miran y se cuentan los dedos.
Le dicen: "Están locos" casi les damos miedo.
Veo.

La policía, Dios, la fuerza del dinero,
las leyes del rebaño nos exigen respeto.
La dicha es una falta o es quizás un exceso.
La alegría es locura y escándalo, el deseo,
reza un run-run que suena a onceno mandamiento.
No se debe, ni puede tomar por luz el fuego.
Veo.

¿Qué podría decirles? Solamente que quiero.
Quiero, libre de mancha la luz del mundo entero,
el éxtasis y el aire, la destrucción del tiempo.
Quiero un amor, el mío, quiero seguir queriendo.
Quiero, pero -¡miseria!- queriendo así, ¿qué puedo?
Los ciudadanos equis no sienten lo que siento.
Pero...

Pero, feliz, yo quiero. -

"La pura verdad", Gabriel Celaya.

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