21 de febrero de 2007

Necesidad de consuelo


Quizá estas citas de la creación del joven Dagerman no sean más que destellos de su vida, que cada uno decida que destellos seguir y con que fin. Lo cierto es este chico explotó gran parte de los anhelos que todo humano esconde en su corazón. Buscó la libertad, la ternura y el consuelo, hasta que en 1954 murió por propia voluntad. De poco sirve pues contar su vida como el trascurso de 31 años, sino como el esfuerzo de recuperar la dignidad y la voluntad que los profetas de la opresión niegan...

"Puedo ver la libertad encarnada en un animal que atraviesa veloz un claro del bosque y oír una voz que murmura: ¡vive con sencillez, toma lo que desees y no temas las leyes! ¡Pero qué es este buen consejo sino un consuelo por el hecho de que la libertad no existe y qué implacable consuelo para quien entiende que el ser humano tarda millones de años en convertirse en lagarto!"

"Descargo pues de mis hombros el fardo del tiempo y, al mismo tiempo, la exigencia de sacar buenos resultados. Mi vida no es algo que deba ser medido. Ni el salto del ciervo ni la salida del sol son buenos resultados conseguidos en una prueba. Tampoco una vida humana es la superación de una prueba, sino algo que crece hacia la perfección. Y lo que es perfecto no realiza pruebas con buenos resultados, lo que es perfecto obra en estado de reposo. Es absurdo pretender que el mar está hecho para sostener armadas y delfines. Ciertamente lo hace, pero conservando su libertad. Del mismo modo es absurdo pretender que el ser humano esté hecho para otra cosa que para vivir. Ciertamente aprovisiona máquinas y escribe libros, y también podría hacer otras cosas. Lo importante es que, haga lo que haga, lo hace conservando su libertad y con la plena conciencia de ser, como cualquier otro detalle de la creación, un fin en sí. Reposa en sí mismo como una piedra en la arena."

"Por el contrario no está en mi poder permanecer siempre vuelto hacia el mar y comparar su libertad con la mía. Llegará el momento en que tendré que volverme hacia la tierra y encararme a los organizadores de mi opresión. Entonces me veré obligado a reconocer que el ser humano ha dado a su vida unas formas que, al menos en apariencia, son más fuertes que él. Incluso con mi libertad recientemente alcanzada no puedo destruirlas, sino solamente suspirar bajo su peso. Por el contrario, entre las exigencias que pesan sobre el hombre puedo distinguir las que son absurdas y las que son ineludibles. Para mí, un tipo de libertad se ha perdido para siempre o por un largo tiempo: la libertad que procede de la capacidad de dominar su propio elemento. El pez domina el suyo, el pájaro el suyo, el animal terrestre el suyo. Thoreau dominaba todavía el bosque de Walden. ¿Dónde se encuentra ahora el bosque en el que el ser humano pueda probar que es posible vivir en libertad fuera de las formas congeladas de la sociedad?Debo responder: en ninguna parte. Si quiero vivir libre debo hacerlo, por ahora, dentro de estas formas. El mundo es más fuerte que yo. A su poder no tengo otra cosa que oponer sino a mí mismo, lo cual, por otro lado, lo es todo. Pues mientras no me deje vencer yo mismo soy también un poder. Y mi poder es terrible mientras pueda oponer el poder de mis palabras a las del mundo, puesto que el que construye cárceles se expresa peor que el que construye la libertad. Pero mi poder será ilimitado el día que sólo tenga mi silencio para defender mi inviolabilidad, ya que no hay hacha alguna que pueda con el silencio viviente."

Stig Dagerman "Nuestra necesidad de consuelo es insaciable" (1952)
"Puede decirse pues que el Estado democrático de la era contemporánea representa una variedad completamente nueva de inhumanidad que en nada desdice a los regímenes autocráticos de épocas anteriores. El principio “dividir para reinar” ciertamente no ha sido abandonado pero la angustia que resulta del hambre, la angustia que resulta de la sed, la angustia que resulta de la inquisición social, al menos en principio, debe ceder el lugar, en tanto que medio de soberanía en el cuadro del Estado-providencia, a la angustia que resulta de la incertidumbre y de la incapacidad en la que se encuentra el individuo de disponer de lo esencial de su propio destino. Hundido en el fondo del Estado el individuo es presa de un sentimiento punzante de incertidumbre y de impotencia que recuerda la situación de la cáscara de nuez en el Maelström o aquella del vagón de tren, atado a una locomotora loca, dotada de razón pero sin posibilidad de comprender las señales ni de reconocer la entrada en agujas."

Stig Dagerman "El anarquismo y yo"

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