15 de noviembre de 2007

El libro de petete



MODO DE PRODUCCIÓN

Estamos haciendo permanentes referencias a cómo la necesidad, el trabajo, las diferentes libertades, igualdades y desigualdades, etc., se expresan y hasta son diferentes en sociedades y épocas distintas. Sin embargo, por debajo de esas diferencias tan grandes en su apariencia exterior existen en su interior determinados grados de identidad entre grandes períodos históricos y sociedades particulares. Por ejemplo, las formas de trabajo y las necesidades concretas en el Antiguo Egipto son muy diferentes a las del actual Egipto, pero muy similares a las de Mesopotamia, India, China, Mesoamérica y los Andes, y zonas de África en diversas épocas históricas. La razón es que, pese a las diferencias de tiempo y espacio, Egipto Antiguo y los imperios mayas, aztecas e incas, por ejemplo, se regían por el mismo modo de producción, muy diferente al actual, al capitalista. Por eso, un modo de producción es un concepto abstracto que sintetiza la identidad en el desenvolvimiento de las relaciones sociales y de las fuerzas productivas entre varias sociedades, al margen de las diferencias de espacio y tiempo que las separan. Las formas de trabajo, distribución colectiva o apropiación privada del excedente, la propiedad colectiva o privada, el papel del Estado si existe, lo esencial de las relaciones de producción en cuanto a las disciplinas de trabajo y reproducción de la fuerza de trabajo, etc., estas y otras diferencias que en apariencia son enormes pueden y deben ser resumidas, sintetizadas y expresadas teóricamente en el concepto de modo de producción que permite identificas las diferencias cualitativas entre, por ejemplo, la Atenas esclavista y la actual, o entre los imperios tributarios subsaharianos anteriores a las invasiones del colonialismo e imperialismo capitalista, y la situación actual de los herederos de aquellos pueblos.

Pero el concepto de modo de producción exige dos aclaraciones: una, que siempre existe una mezcla de diversos modos de producción en cada sociedad, de los cuales uno es el dominante y el resto los dominados, por ejemplo, el capitalista domina aplastantemente en sociedades “desarrolladas” en las que subsisten pequeñísimos restos totalmente desfigurados del pastoreo y pesca neolítica, sujetos a las leyes capitalistas. Otras es que el concepto de modo de producción se tiene que hacer operativo en y mediante el concepto de formaciones económico-sociales, es decir, una cosa era el feudalismo polaco y otra el inglés aunque los dos fueran feudales, y una cosa es el capitalismo birmano y otra el sueco aunque sean capitalismos, del mismo modo que una cosa era el imperialismo asirio y otra el azteca aunque los dos pertenecieran al modo tributario de producción. El concepto de formación económico-social es concreto mientras que el de modo de producción es abstracto.

PROPIEDAD PRIVADA:

La explotación social es incomprensible sin alguna forma de propiedad privada, es decir, sin el hecho de que lo decisivo para la vida, desde las fuerzas de producción, máquinas, etc., hasta el mismo cuerpo humano, la cultura, el medioambiente y demás, no pertenecen al colectivo social, al pueblo, a la nación, la que sea, sino a una minoría dominante, la única propietaria de esas cosas. La propiedad privada en el sentido actual, el capitalista, no surgió de la noche a la mañana, como veremos, sino que requirió de un amplio período cargado de tensiones y resistencias de las masas que se negaban a perder su propiedad colectiva. Además, en cada modo de producción existe una forma diferente de propiedad privada con sus relaciones sociales correspondientes, de modo que es diferente la propiedad privada en el imperio Inca, en la Roma imperial, en la Inglaterra feudal y en la Australia capitalista. Sin embargo, por debajo de esas diferencias existe una conexión esencial común a todas ellas: que son propiedad de una minoría basada en la expropiación de una mayoría.

Por propiedad privada capitalista no debe entenderse el muy pequeño conjunto de cosas que tiene una familia trabajadora, el domicilio hipotecado, los electrodomésticos y el coche utilitario, los pocos ahorros acumulados, etc. Esta propiedad es formal pero no real porque la inmensa mayoría está hipotecada directamente a un banco o mediante pagos a plazos a los compradores. También es una muy pequeña propiedad incierta e insegura ya que esa familia la perderá rápidamente si se queda en paro, si deja de entrar uno o varios salarios y, para sobrevivir, debe empezar a gastar todo lo ahorrado y a pedir ayuda familiar y pública. La verdadera propiedad privada es la que está asegurada legalmente por el poder dominante, por sus leyes y sistema jurídico y represivo, de modo que, en la inmensa mayoría de los casos, la clase dominante no la pierde, la conserva pase lo que pase. La peor forma de propiedad es la que se ejerce sobre el cuerpo humano para apropiarse de su capacidad psicosomática de crear vida y arte, cultura, placer y libertad, además de realizar un trabajo. En este sentido decisivo el patriarcado es la primera y fundamental propiedad privada, después la opresión nacional y luego la clasista.

EXPLOTACIÓN:

Existe explotación cuando una minoría propietaria se queda con el producto del trabajo de una mayoría, o cuando un hombre se queda con el producto del trabajo doméstico, sexual, reproductor y/o asalariado de una mujer, o cuando un Estado extranjero se apropia de las riquezas de una nación invadida y ocupada. Es por esto que la explotación es anterior al capitalismo porque ya existía la explotación patriarcal, nacional, tributaria, feudal, etc., que garantizaba que los hombres vivieran mejor que las mujeres y a su costa, y sobre todo, que los hombres de las castas ricas y de las clases dominantes del Estado nacionalmente opresor vivieran y vivan mejor que el resto. Pero la explotación tiene el punto débil de que se puede enfurecer la gente explotada, que puede protestar y hasta sublevarse. Para evitarlo, la minoría recurre a la opresión sociopolítica y a la dominación ideológica. La primera aplica toda la escala de violencias, desde la simbólica, psicológica, preventiva e intimidatoria, etc., hasta la brutal y exterminadora; y la segunda busca lograr que la gente explotada asuma su situación, piense como la explotadora, crea que no existe otro sistema mejor, adore a dioses pidiéndoles milagros y favores, y una vida mejor tras la muerte. Veremos que el capitalismo añade un sistema nuevo --la alineación-- pero también mantiene partes de los anteriores para mantener la específica explotación capitalista: la plusvalía.

Iñaki Gil de San Vicente

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